
B. Se refiere a la continuidad de la plenitud en él. Es una plenitud permanente y produce una provisión diaria y continua. Los creyentes pueden acudir todos los días a ella y recibirla. La gracia que está en ella siempre les será suficiente, aun hasta el final de sus días. Su naturaleza perdurable, su morada perpetua en Cristo es [la razón de] la perseverancia de los santos. Porque él vive lleno de gracia y verdad, viven y vivirán ellos también. Tienen mucha razón los creyentes en esforzarse “en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 2:1). Esta plenitud habitará en Cristo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos los elegidos estén reunidos, y estén llenos de gracia y sean aptos para gloria. Habrá tanta gracia y tan grande suficiencia para el último creyente que nazca en el mundo como para el primero. Además, hay una plenitud de gloria en Cristo que habitará en él por toda la eternidad, de la cual los santos recibirán continuamente gloria sobre gloria, como [reciben] aquí y ahora gracia sobre gracia. Tendrán en aquel entonces toda su gloria de Cristo y por medio de él, así como tienen ahora de él y por él toda su gracia.
C. Denota la seguridad y firmeza de la misma. Todo lo que está en Cristo es seguro. Los escogidos de Dios que están en él gozan de la máxima seguridad: nadie puede arrancarlos de las manos del Hijo (Jn. 10:28-29). Estando en sus manos, nunca pueden perder su gracia; ni pueden ser privados de su gloria. Su vida, tanto de gracia como de gloria, “está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3) y fuera del alcance de los hombres y de los demonios. Cristo es el depósito y arsenal de toda gracia y gloria; siempre está bien fortificado. Es una roca, una torre fuerte, un
refugio; es tal que las puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella (Sal. 18:2; 71: 3, 61:3, Is. 33:16, Mt. 16:18).
IV. Me apresuro a declarar que la existencia y la morada de esta plenitud en Cristo se debe a la buena voluntad y la complacencia del Padre. La expresión, el Padre, no está en el texto original, sino que nuestros traductores la agregaron correctamente, ya que él es mencionado tácitamente en el contexto y se habla de él como el que hace que los santos se reúnan para participar de la gloria celestial. [Él] los libera del poder y dominio del pecado y de Satanás, y los traslada al reino de su amado Hijo (Col. 1:12-13); asimismo reconcilia todas las cosas con sí mismo por Cristo, ya sea lo que está en el cielo o en la tierra, incluso aquellos que fueron extraños y enemigos de él (Col. 1:20-21).
A. Ahora bien, es debido a la buena voluntad del Padre para con su Hijo que en éste mora esta plenitud. Cristo fue siempre Mediador: “Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz
delante de él en todo tiempo” (Pr. 8:30) y así siguió siendo siempre. Como prueba y demostración de ello, atesoró toda plenitud en él. Ésta parece ser la importancia de las palabras de nuestro Señor, cuando dice: “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano” (Jn. 3:35), es decir, el Padre le mostró su amor y le dio una prueba contundente de ello al someter todas las cosas a su dominio para estar bajo su voluntad y a su disposición. Este sentido de las palabras coinciden con el contexto, que presenta a Cristo en su capacidad de Mediador como exaltado por el Padre con este fin: “Para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18).
B. Debido a la buena voluntad del Padre para con los elegidos, es que esta plenitud mora en Cristo. Porque es por ellos que la plenitud está en las manos de Cristo. Dios siempre los ha amado con un amor eterno y, por lo tanto, los cuida eternamente y hace provisión eterna para ellos. Han sido el objeto de su amor y deleite desde la eternidad; por lo tanto, estableció a Cristo como Mediador desde la eternidad y le proveyó esta plenitud para ellos…
C. Agradó al Padre que esta plenitud habitara en Cristo porque lo consideraba la persona más apropiada en quien confiar. No convenía que contáramos con la plenitud al mismo tiempo que Cristo, pero sí de a poco, cuando la necesitamos. No habría estado segura bajo nuestro cuidado. Es bueno para nosotros que no fuera puesta en las manos de Adán, nuestro primer padre, nuestra cabeza natural, donde podría haberse perdido. Es bueno para nosotros que no fuera puesto en manos de ángeles que —dado que son criaturas, son inapropiadas para depositar en ellos tal confianza— en la etapa de su creación eran criaturas mutantes, como la apostasía de muchos de ellos declara fehacientemente. El Padre vio que nadie, sino su Hijo, era digno de esta confianza y, por lo tanto, le agradó confiarle esta riqueza inconmensurable solamente a él.
D. Es la voluntad de Dios y le place que recibamos toda gracia a través de Cristo. Si Dios se comunica con nosotros, tiene que ser desde Cristo Jesús, el propiciatorio. Si tenemos alguna comunión con el Padre, tiene que ser a través del Mediador. Si tenemos alguna gracia del Dios de toda gracia, la recibimos por ese camino, porque sólo Cristo es “el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14:6). [Él es], no sólo el camino de acceso a Dios y para ser aceptado por él, sino el portador de toda gracia, de todas las bendiciones de la gracia a nosotros. Todo esto porque le agradó al Padre que toda la plenitud de la naturaleza, la gracia y la gloria moren en Cristo el Mediador.
1 Lo que antecede, revela la gloria de Cristo. Una parte considerable de la gloria de Cristo, como Mediador, radica en que está “lleno de gracia y verdad” (Jn. 1:14), lo cual, las almas sensibles a sus propias necesidades, ven con agrado. Esto lo hace “el más hermoso de los hijos de los hombres” porque la gracia —la plenitud de ella— se derramó en sus labios (Sal. 45:2). Esto lo hace… muy codiciable, de hecho “todo él codiciable” (Cnt. 5:16) para todos los que lo conocen. Esto lo hace de inmenso valor y estima para todos los que creen (1 P. 2: 7).
2 Esto nos indica a dónde ir para aprovisionarnos. Durante los siete años de hambre, cuando los egipcios clamaron a Faraón pidiendo pan y habiendo éste puesto a José como administrador de sus graneros, les ordenó: “Id a José, y haced lo que él os dijere” (Gn. 41:55). El Padre puso al Hijo como cabeza sobre todas las cosas de la Iglesia. José es un tipo de Cristo, quien tiene nuestra reserva de plenitud de gracia en su mano y esto, asignado por el Padre. En él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3). Él dispone de toda gracia, por lo tanto, debemos acudir a él ante cualquier necesidad que tengamos. Cuando recurrimos a él podemos estar seguros de que no hay nada que nos haga falta que no podamos encontrar en él y no hay nada que sea lo mejor para nosotros que él no nos lo dé gratuita y gozosamente.
3 Esto nos impulsa a dar toda la gloria a Dios por lo que tenemos por medio de Cristo. Porque él es el vehículo de toda gracia de Dios para que nosotros “ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (He. 13:15). Es por la gracia de Dios en Cristo, a través de él y sólo de él que somos lo que somos. Es lo que nos “distingue” de otros (1 Co. 4:7). No tenemos nada
que no hayamos recibido y esto de la plenitud de Cristo; por lo tanto, no debemos gloriarnos como si no lo hubiéramos recibido. Pero si alguno de nosotros se gloría, gloríese en esto: Cristo fue hecho por Dios para nosotros
“sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30).
Tomado de un sermón predicado el 15 de junio de 1736, Sermons and Tracts, Tomo 1, Primitive Baptist Library, Streamwood, Illinois, EE.UU.
John Gill (1697-1771): Pastor, teólogo y erudito bíblico bautista; nacido en Kettering, Northamptonshire, Inglaterra.
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