
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
La comunión con Dios es nuestra única felicidad. Es el cielo de los cielos y es el comienzo del cielo aquí en la tierra. El único fundamento de esta comunión es el pacto de gracia y la gran excelencia de este pacto de gracia es que fue establecido por el único Mediador, Jesucristo.
I. LA ÚNICA MANERA DE QUE HAYA UNA RELACIÓN DE AMISTAD ENTRE DIOS Y EL HOMBRE ES POR LA INTERVENCIÓN DE UN MEDIADOR. El texto lo expresa. Si el hombre en su estado de inocencia necesitaba un Mediador, es algo que se discute entre personas eruditas y sensatas; pero cuando se trata del hombre caído, todas reconocen que necesita un Mediador. Sin un Mediador, Dios no puede sino considerar a los hombres como rebeldes, traidores y objetos merecedores de su ira vengativa. Por otro lado, los hombres no pueden considerar a Dios sino como un Rey que ha sido provocado, un juez airado, un fuego consumidor. Por lo tanto, si no fuera por la intervención de un Mediador (es decir, una tercera persona que se coloca entre Dios y nosotros que estamos en desacuerdo con él, para procurar una reconciliación y amistad), no podríamos más que temer la presencia de este Dios y procuraríamos escondernos como procuraban hacerlo nuestros primeros padres en aquel oscuro intervalo entre su pecado y la ayuda prometida en Génesis 3:15… “se escondieron de la presencia de Jehová” (Gn. 3:8).
II. EL ÚNICO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES. “Un Mediador”, es decir, sólo uno… Así como en la primera parte de este versículo, Dios es identificado como un solo Dios, excluyendo a todos los demás, dice aquí que Cristo es “un solo mediador”, sólo uno. Este Mediador es descrito a quién parte por su naturaleza: “hombre” y, en parte, por su nombre: “Jesucristo”. A. Su naturaleza: “Jesucristo hombre” o sea, “ese hombre eminente”, afirman algunos; “él, que fue hecho hombre”, afirman otros. OBJECIÓN: “¿Pero por qué se menciona a este Mediador sólo en esta naturaleza?”. RESPUESTA: (1) Negativamente: No es para restarle dignidad, como si no fuera Dios al igual que hombre, como aducen los arrianos basándose en este versículo. Ni como si el cumplimiento de su oficio de mediador fuera sólo o principalmente en su naturaleza humana, como afirman algunos papistas, aunque otros lo niegan… (2) Positivamente: Para probar que Jesucristo era el Mesías verdadero que los profetas anunciaron y que los patriarcas esperaban. En esa naturaleza había sido muy frecuentemente
prometido en el primer evangelio jamás predicado, que profetizaba que vendría como Simiente de la mujer (Gn. 3:15). Además, el Apóstol menciona a Cristo en esta naturaleza sólo para alentar el cumplimiento del deber
de orar acerca del cual acababa de exhortar (1 Ti. 2:1-3); con ese mismo propósito es mencionado en esta naturaleza únicamente (He. 4:14-16).
B. Sus nombres: “Cristo Jesús”. Cristo era el nombre que lo describía. Jesús era su nombre propio. Cristo denota los varios oficios que utiliza en esta obra de salvación. Cristo es la palabra griega que en hebreo significa Mesías o sea: “Ungido”. Bajo la Ley, la ordenación solemne o el apartar tanto cosas como personas para cumplir servicios especiales, se hacía por ungimiento. Es así que leemos acerca de tres tipos de personas que eran ungidas: Reyes, sacerdotes y profetas y, en relación con estos tres oficios, Jesús es llamado Cristo. Jesús denota la obra y el porqué de su venida al mundo, tal como dijo el ángel que vino del cielo como un heraldo para proclamar su encarnación:
“Llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Otros en las Escrituras tuvieron ese nombre; no obstante, fue dado a él eminentemente y no como a los otros, a quienes se referían
como un tipo de ese Salvador perfecto que vendría después de ellos y salvaría a su pueblo de sus pecados.
De las palabras que acabamos de explicar brevemente, surgen estas dos doctrinas:
PRIMERA DOCTRINA: No existe otra manera para que haya comunión entre Dios y el hombre, sino a través de un Mediador. Por cierto que si consideramos lo que Dios es y, a la vez, lo que es el hombre, ¡qué desproporcionada,
qué incompatible es nuestra naturaleza comparada con la de él! ¿Cómo puede ser posible que haya alguna dulce comunión entre los que, no sólo son infinitamente distintos, sino también tan extremadamente opuestos? Dios es santo, en cambio nosotros somos pecadores. En él no hay más que luz, en nosotros nada más que oscuridad. En él no hay nada que sea malo; en nosotros nada que sea bueno. Él es todo belleza, nosotros nada más que imperfección. Él es justicia y nosotros culpabilidad. Él “fuego consumidor”, nosotros rastrojo seco (Is. 6:3 con Gn. 3:5; 1 Jn. 1:5 con Ef. 5:8; Ro.7:18). En suma: Él es infinita e inefablemente glorioso; en cambio nosotros somos polvo y ceniza y pobres pecadores que nos hemos hundido y rebajado al peor nivel de las criaturas convirtiéndonos en una carga para toda la creación. ¿Puede haber alguna comunión, alguna amistad, entre seres así? “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Am. 3:3). ¿Y qué acuerdo puede haber alguna vez, sino a través de un Mediador? Si alguna vez se reconcilia Dios con nosotros, tiene que ser a través de un Mediador debido a esa necesidad indispensable de satisfacción y nuestra imposibilidad de lograrla (Ro. 8:7). Si alguna vez hemos de reconciliarnos con Dios, tiene que ser a través de un Mediador por esa enemistad contra toda las cosas de Dios enraizada en nuestra naturaleza y por nuestra incapacidad de cambiar. Por tanto, en ambos sentidos —porque Dios está dispuesto a ser nuestro amigo y porque nosotros no estamos dispuestos a ser amigos de él— se necesitan los oficios de un Mediador(2 Co. 5:19;cf. Jn. 14:6).
SEGUNDA DOCTRINA: No hay otro Mediador entre Dios y los hombres más que Jesucristo. “Y un solo mediador”, es decir, nada más que uno. La obsesión de los papistas por imponer múltiples mediadores aparte de Dios y de nuestro Mediador, no tiene otro fundamento más que su superstición…
En todo el Nuevo Testamento este título de Mediador es dado sólo a Cristo (He. 8:6; 9:15; 12:24). Ciertamente que no hay ningún otro, sino él, el único apto para realizar una obra tan sublime.
PRIMERA RAZÓN: La singular idoneidad de su persona para esta obra insigne. Actuar como un Mediador entre Dios y el hombre es una obra fuera de la capacidad de hombres, ángeles y cualquier otra criatura, excepto Jesucristo, quien debido a lo digno de su persona era en todo sentido apto para esta obra, a saber: A. Jesús era realmente Dios, igual con el Padre, de la misma naturaleza y sustancia. No sólo homoiousios (de una naturaleza similar), sino homoousios (de la misma naturaleza) como dijo claramente Atanasio , aquel famoso campeón de la deidad de Cristo, en contra de los arrianos. “En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Co. 2:9). No se trata de la plenitud de la divinidad, sino de la Deidad, dando a entender una identidad de consubstancialidad con Dios el Padre y el Espíritu Santo. Aunque la esencia se manifieste de distintas maneras en las distintas personas de la bendita Trinidad —en el Padre, “sin recibirla de nadie más”, en el Hijo por una generación eterna y en el Espíritu Santo en sus acciones—; no obstante, es la misma esencia de Dios en las tres personas porque tal es la sencillez infinita de esta esencia que no puede ser dividida ni fraccionada. Siendo así, Cristo (sin decir nada de las otras dos personas) es denominado el Hijo de Dios como uno igual con el Padre. Sobre esto es que los judíos basaron sus
argumentos cuando lo acusaron de blasfemia: “También decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:18). La fuerza del razonamiento de ellos radica en esto: El unigénito Hijo de Dios es verdaderamente
Dios e igual a Dios, mientras que el hijo del hombre natural es una persona, igual y de la misma sustancia que su padre. Los ángeles y los hombres son hijos de Dios por adopción; en cambio Cristo es el unigénito Hijo de Dios y,
por lo tanto, realmente Dios. “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30). “No estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,…” (Fil. 2:6)
Continuará …
Tomado de “The Mediator of the Covenant, described in His Person, Natures, and Offices” en Puritan Sermons .
William Whitaker (1548-1595): Teólogo puritano; nacido en Holme, Burnley, Lancashire, Inglaterra.
Debe estar conectado para enviar un comentario.