
Concluimos este tema con algunas deducciones.
A. ¡Cuán grande y cuán glorioso es nuestro Señor Jesucristo que desempeñó estos tres oficios a la vez y los cumplió puntualmente, de manera que ninguno de ellos afectara ni estuviera en desacuerdo con el otro! Es ciertamente glorioso aquel que esparció a la perfección toda su gloria entre las personas especiales. Si fue un honor para Melquisedec ser, tanto sacerdote como rey, y para David ser, tanto rey como profeta cuánto más glorioso es que nuestro divino Mediador sea Profeta, Sacerdote y Rey! Realmente poseyó estos oficios y los cumplió en su totalidad de una manera más eficaz de lo que pudiera haberlo hecho cualquiera que jamás haya sido investido con alguno de ellos sobre esta tierra.
B. Sea esto para usted una recomendación de Cristo como un Salvador adecuado y sin paralelos. No existe ningún problema del pobre pecador, que no pueda encontrar la solución en uno de estos oficios de Cristo. Oh pecador, ¿vive bajo la oscuridad espiritual y la ignorancia? Puede usted obtener conocimiento e instrucción de él. Él es la luz del mundo (Jn. 8:12) y puede darle un entendimiento para que lo conozca a él, que es la verdad, puede darle el Espíritu de sabiduría y revelación y el conocimiento de Cristo (Ef. 1:17). ¿Se encuentra bajo culpa y condenación, cargado de pecado que le hundirá en el infierno? Hay justificación en él como Sacerdote para borrar su culpa. Él es la expiación y propiciación por el pecado (1 Jn. 4:10). Él salva del pecado y de la ira. ¿Es usted un esclavo del pecado y de Satanás? Jesucristo es el Rey que vino para destruir las obras del diablo: puede romper el dominio del pecado en usted, quitarle los grilletes y someter a todos sus enemigos espirituales.
C. No puede usted aceptar a Cristo como su Redentor, si no acepta todos sus oficios. Es la única manera como se ofrece a sí mismo para salvar a los pecadores. Y lo que Dios juntó no lo separe el hombre. Muchos pretenden aceptar a Cristo como Salvador para que los salve del infierno y la ira, pero no le escuchan como Profeta para que les enseñe el conocimiento salvador de Dios, ni se han sometido a sus leyes y mandamientos. ¿Cuántos llaman “su Señor” a Cristo, pero no hacen lo que él ordena? ¡Terrible necedad la de los que rechazan las enseñanzas de Cristo diciendo: “Apártate de nosotros porque no queremos saber nada de tus caminos”! ¡Ay la estupidez de aquellos que rechazan a Cristo como Sacerdote y piensan encomendarse al favor divino por sus propias obras de justicia, en lugar de la justicia de él! ¡Ay la locura de aquellos que desprecian a Cristo como Rey, negándose a someterse a su autoridad real y a sus leyes y su gobierno! ¡Y qué tontos son los príncipes de este mundo que no quieren que Cristo reine libremente en sus dominios y, en cambio, usurpan su autoridad y elaboran e imponen leyes contrarias y en
desacuerdo con las de él!
D. ¿Acepta usted a Cristo en todos sus oficios? ¿Renuncia a sí mismo para que, como Profeta, él le enseñe todo lo que se relaciona con su salvación, haciendo a un lado su propio conocimiento y sabiduría; a ser justificado por su justicia y limpiado por la sangre de Cristo, renunciando a su propia justicia como trapos de inmundicia, diciendo: “en el Señor solo está la justicia”? ¿Cuenta todas las cosas como pérdida y basura para poder ganar a Cristo no teniendo su propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que es de Dios por la fe (Fil. 3:9)? ¿[Renuncia a sí mismo] para ser guiado y conducido, regido y gobernado por él como su Señor y Rey Soberano, obedeciendo de corazón y con alegría todas sus leyes y sus mandamientos, diciendo: “Otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros; pero en ti solamente nos acordaremos de tu nombre” (Is. 26:13).
E. Utilicemos todos los oficios de los cuales está investido este Redentor poderoso y que, como Mediador, cumple para beneficio de la raza humana en ruinas. Nuestra necesidad de estos oficios es absoluta. Somos tontos y necios, necesitamos su sabiduría para guiarnos y dirigirnos; y somos ignorantes, tanto en cuanto a nosotros mismos como a Dios, por lo que requerimos conocimiento e instrucción. Somos pecadores culpables y condenados, sí, transgresores cotidianos y necesitamos perdón, sí, perdón continuo. Somos débiles, no tenemos fuerza para combatir contra adversarios espirituales y necesitamos la obra de su gran poder como Rey de reyes para poder vencer a nuestros adversarios. Si nos conocemos a nosotros mismos y practicamos la santidad, veremos la necesidad absoluta de todos los oficios de Cristo para lograr nuestra salvación. También querremos bendecir a Dios cada día por un Redentor total y todo suficiente. ¡Hagan uso de él diariamente en todos sus oficios gloriosos y hónrenle poniendo todo en sus manos como su Profeta, Sacerdote y Rey!
Tomado de “An Illustration of the Doctrines of the Christian Religion”, en The Whole Works of Thomas Boston.
Thomas Boston (1676-1732) Pastor y erudito presbiteriano escocés; nacido en Duns, Berwickshire, Escocia
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