“El edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su
lado; y consejo de paz habrá entre ambos” (Zacarías 6:13)

Bsándome en el texto de Zacarías, trataré ahora el tema de los oficios que Cristo cumple como nuestro Redentor. El versículo 11 de este capítulo menciona una acción típica de coronar con dos coronas a un sumo sacerdote, en este caso Josué, acto realizado y explicado en los versículos que le siguen como representando a Cristo y sus oficios,
que lleva sobre su cabeza muchas coronas. El versículo 12 contiene una profecía de la encarnación de Cristo en la metáfora de un Renuevo, que brota de la simiente de David y viene al mundo con humildad, “como raíz de tierra seca” (Is. 53:2). En el versículo que enfocamos tenemos los oficios que ejecutaría como nuestro Redentor, que son tres:

  1. El oficio de Profeta: “Edificará el templo de Jehová” (Zac. 6:12) o sea, su propia Iglesia —de la cual el templo era un tipo— por el mensaje del evangelio, que le toca promover como Profeta porque los que forman
    la Iglesia están “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20) y, además, es el Revelador de las verdades que los profetas y los apóstoles enseñaban.
  2. El oficio de Sacerdote: Es expiar1 los pecados de su pueblo, adquirir la paz para ellos y defender su causa ante Dios.
  3. El oficio de Rey: Porque tiene un trono, denota que tiene un oficio real. Él “se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado” (Zac. 6:13). Esta expresión describe la recompensa por sus sufrimientos y
    la elevada dignidad que le es dada como consecuencia de su humillación y sus sufrimientos [en satisfacción por la culpa de los pecados]. También es descrito como “sentado en su trono” (1 R. 22:19), no un Rey de nombre solamente o un monarca inactivo, sino realizando actos de su dominio que le corresponden a su gobierno. En él, se une toda la gloria de estos oficios, los cuales tendrá y cumplirá a pesar de toda oposición: se sentará y dominará en su trono.

El texto da fundamento a la siguiente doctrina:

DOCTRINA: Cristo, como nuestro Redentor, ejecuta los oficios de Profeta, Sacerdote y Rey, en su estado de humillación, al igual que de exaltación.

Sobre esta doctrina, demostraré:

I. La verdad de estos oficios en Cristo,

II. La necesidad de que los cumpla como nuestro Redentor.

III. Cuándo cumplió estos oficios y, por último,

IV. Deducir algunas inferencias.


I. DEMOSTRARÉ LA VERDAD O REALIDAD DE ESTOS OFICIOS EN CRISTO.

Afirmo pues, que Cristo como nuestro Redentor realmente está investido de estos oficios. Es verdaderamente un Profeta, un Sacerdote y un Rey; y que los ejecuta, es decir, realiza las funciones correspondientes a estos oficios. Esto se ve claramente en lo siguiente. A. Del testimonio claro de las Escrituras: (1) De que poseía estos oficios: es un Profeta, aquel que anunció Moisés, quien debía ser escuchado en todas las cosas que decía y de quién las decía: “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hch. 3:22-23). El apóstol Pedro aplicó este pasaje sólo a Jesucristo y a ningún otro más que él, quien enseñaba con autoridad y poder sin paralelos (Jn. 7:46). Es un Sacerdote. Las Escrituras dicen de él expresamente: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (He. 5:6) y, en otros lugares de esa epístola, donde la realidad, naturaleza y finalidad de su sacerdocio es ampliamente descrito. Es un Rey. “Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte” (Sal. 2:6). “Domina en medio de tus enemigos” (Sal. 110:2). Tiene todos los símbolos de autoridad real: la ceremonia de inauguración o ungimiento para su oficio… (Sal. 2:6); una corona (Sal. 21:3); una espada (Sal. 45:3); un cetro (Sal. 65:6); súbditos (Lc. 1:33; Jn. 1:49). (2) Las Escrituras testifican de que cumplió estos oficios. Por tanto, dice él mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6). Por su muerte, es el camino a la vida y la felicidad, la verdad en su Palabra, la suma y sustancia de toda verdad revelada y la vida en su Espíritu, dando vida y preservando a su pueblo con su poder. Dios lo hizo “sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30): sabiduría como Profeta, justificación como Sacerdote y santificación y redención como Rey.

B. Aprendemos también esto de su nombre Cristo o Mesías, que significa el Ungido. Tres tipos de personas eran ungidas bajo la Ley, a saber: Profetas [como Jehú] (1 R. 19:16); sacerdotes como Aarón (Éx. 29:7) y reyes como David y otros. Estos tres oficios se dan en Cristo, quien fue ungido para cumplir los tres. Por eso dice él mismo (Is. 61:1) “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”. Ha sido ungido, como Profeta, para predicar las buenas nuevas a los humildes; como Sacerdote, para vendar a los quebrantados de corazón y como Rey a publicar libertad. No fue ungido con óleo material, como los profetas, sacerdotes y reyes lo eran bajo la dispensación del Antiguo Testamento, sino con óleo del Espíritu: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová”. Y dice Salmos: “Con óleo de
alegría más que a tus compañeros” (Sal. 45:7). Ahora bien, esta unción significaba (1) que fue apartado para ser Mediador y para cumplir estos oficios: el Padre lo “santificó y envió al mundo” (Jn. 10:36). (2) Por contar totalmente con los dones y calificaciones adecuados para estos oficios en lo que atañe a su naturaleza humana, a la cual fue dado el Espíritu sin medida (Is. 11:1-2, etc.), con toda plenitud, no sólo lo suficiente, sino en abundancia, no la simple llenura de una vasija, sino la de un manantial para compartir generosamente con su pueblo (Jn. 1:16). Fue solemnemente instaurado en estos oficios cuando fue bautizado (Mt. 3:17), en su transfiguración (Mt. 17:5) y en su exaltación (Hch. 2:36). Y fue llamado a estos oficios con solemnidad: “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy” (He. 5:4-5).

II. CONSIDEREMOS AHORA LA NECESIDAD DE EJERCER ESTOS OFICIOS.
La encarnación de Cristo y el hecho de que aceptara la obra de nuestra redención fueron enteramente voluntarios, sin la menor sombra de una imposición y compulsión; sino que estuvo dispuesto a ser nuestro Redentor por su gran bondad hacia nosotros y cumplir estos tres oficios necesarios para nuestra salvación. A continuación, veremos esto con claridad.

A. Consideremos nuestra desdicha por nuestro pecado, ignorancia, culpabilidad y esclavitud. Por nuestra ignorancia, desconocemos cuál es el camino para regresar a Dios; por lo tanto, Cristo como nuestro Profeta, nos tiene que enseñar. No podemos mirar a Dios cara a cara por estar cargados de culpa. Por lo tanto, Cristo como Sacerdote, tiene que hacer expiación y quitar la culpa. Somos esclavos del pecado y de Satanás, y no podemos volver a Dios, ni librarnos de nuestras cadenas; por lo tanto, Cristo como Rey nos libera, nos regresa, llevando cautiva la cautividad. Como Profeta da luz al ciego, como Sacerdote, mérito y como Rey, poder.
B. Consideremos la salvación de la que participan los escogidos. Era necesario que les fuera revelada porque ellos mismos, siendo ciegos e ignorantes, nunca podrían descubrirla. Por lo tanto, nuestro Redentor fue un Profeta para revelarnos las cosas que conciernen a nuestra salvación e instruirnos sobre ellas. Era necesario que la salvación fuera comprada para los pecadores quienes, siendo débiles e incapaces de realizar ninguna obra espiritual, nunca podrían comprársela ellos mismos. Por lo tanto, fue un Sacerdote para comprarnos vida y redención eterna. Era necesario que fuera aplicada por el poder de su Espíritu porque los pecadores no pueden comprar la salvación y mucho menos aplicarla a sí mismos. Por lo tanto, Cristo fue un Rey. Los esclavos nunca podían pagar su propio rescate, ni saber después que ya había sido pagado, por lo que no creían que podían dejar su esclavitud. Por todo esto, fue necesario que nuestro Redentor se invistiera de estos tres oficios

Continuará …

Tomado de “An Illustration of the Doctrines of the Christian Religion”, en The Whole Works of Thomas Boston.


Thomas Boston (1676-1732) Pastor y erudito presbiteriano escocés; nacido en Duns, Berwickshire, Escocia

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