¡El Espíritu Santo! En mis días de estudiante, era habitual que autores, profesores y predicadores comenzasen sus comentarios acerca del tema del Espíritu Santo con una afirmación como: «El Espíritu Santo ha sido hasta hace poco la persona olvidada de la Trinidad». Nadie que escribiese sobre este asunto actualmente emplearía ese lenguaje. El impacto generalizado del pentecostalismo y el movimiento carismático ha sido tan grande que la literatura sobre el Espíritu Santo ha adquirido tal proporción que el dominio del corpus estaría fuera del alcance de la capacidad de cualquier individuo.

El Espíritu Santo ya no se considera más la «persona olvidada» de la Trinidad y, siempre que ello sea cierto, los cristianos de todas las tendencias deberían regocijarse. De hecho, podríamos pensar que el péndulo ha llegado tan lejos en la dirección de la obsesión con los poderes del Espíritu, que sería deseable una moratoria en los libros sobre este asunto; únicamente las exigencias de una serie parecerían justificar la elaboración de otro estudio acerca de un tema actualmente bien trillado.

No obstante, la suposición que pasó a ser prácticamente un artículo de ortodoxia entre los evangélicos, así como entre otros, de que el Espíritu Santo se había descubierto casi de novo en el siglo XX, está en peligro ante la herejía de la modernidad, y es culpable al menos de una cortedad de miras histórica. Se olvida de que existían buenas razones para describir al pastor-teólogo de la Reforma Juan Calvino como «el teólogo del Espíritu Santo») Además, desde su época, cada siglo ha sido testigo de acontecimientos atribuidos a la obra inusual del Espíritu Santo. Incluso a finales del siglo XX, las dos opera magna sobre el mismo siguen siendo los estudios exhaustivos llevados a cabo por el puritano del siglo XVII John Owen, vicecanciller de la Universidad de Oxford, y por el gran teólogo-político holandés Abraham Kuyper, fundador de la Universidad Libre de Amsterdam. Si nos remontamos aún más atrás, la suposición de que el siglo XX había recuperado la verdad perdida desde los dos primeros siglos exhibe una actitud arrogante hacia el material descubierto por H. B. Swete en su valiosa serie de estudios sobre el Espíritu iniciada hace más de un siglo. Estas obras demuestran abundantemente la atención prestada a honrar al Espíritu junto al Padre y el Hijo en los siglos anteriores.

Ya no es necesario volver a formular la afirmación de que el Espíritu Santo, olvidado en el pasado, lo es asimismo en la actualidad, porque, aunque muchos reconocen su obra, él mismo sigue teniendo un aspecto anónimo y sin rostro para muchos cristianos. Incluso el título «Espíritu Santo» evoca un abanico de emociones diferente de las expresadas en respuesta a los títulos «Padre» e «Hijo». Es posible que los hechos de la situación puedan exponerse mejor describiéndolo como la persona desconocida de la Trinidad, en lugar de la olvidada (o incluso «tímida», como se ha dicho recientemente).

Las exigencias de una serie doctrinal requieren colaboradores que cubran el terreno básico del lugar que se les ha asignado. En este volumen de la serie de Perfiles de teología cristiana, la preocupación se centra en trazar la revelación de la identidad y la obra del Espíritu de una forma bíblico-teológica y redentora-histórica. Esto no quiere decir que la teología histórica se encuentra en bancarrota, y tampoco significa una negación del principio apostólico de que entendemos las riquezas del evangelio acordes con la iglesia en su conjunto (Efesios 3:18-19). Espero que mi interés en el entendimiento del Espíritu por parte de la iglesia y mi sentido de endeudamiento con el mismo sean evidentes.

Según Tomás de Aquino, la teología viene de Dios, enseña sobre él y nos lleva a él (a Deo docetun Deum docet, ad Deum ducit). Eso es cierto en un sentido especial de la teología del Espíritu Santo. El gran objetivo., esencial en toda nuestra reflexión sobre el Espíritu es sin duda la meta de la comunión personal e íntima con aquel que nos lleva a adorar, glorificar y obedecer al Padre y al Hijo. Este matrimonio de la teología con la doxología es normativo a lo largo de las Escrituras y esta es la razón por la que las páginas que siguen trazan la obra del Espíritu de una forma bíblico-teológica.

Lo que viene a continuación dejará claro que he seguido al pie de la letra el canon del Antiguo y Nuevo Testamentos, con la creencia de que en ellos tenemos la palabra de Dios y de que la forma en que nos ha llegado (indudablemente por diversos medios) es el único fundamento fiable sobre el que construir una teología del Espíritu Santo. No obstante, de acuerdo con el interés general de la serie Perfiles de teología cristiana, junto con el Padre Peregrino John Robinson, comparto la convicción de que la palabra de Dios sigue proyectando nueva luz sobre la iglesia.

La persona y la obra del Espíritu Santo siguen constituyendo un área de controversia entre los cristianos. A este respecto, algunos lectores, quizá muchos, creerán ver luz donde yo no la veo. Hay que destacar que, en la historia reciente de la iglesia, convicciones controvertidas en mi época de estudiante en los años 60 y 70 se han adoptado actualmente de forma tan amplia que las corrientes principales de aquellos días son los que se consideran discutibles hoy. A pesar de todo, he tratado de tener en mente tanto la orden apostólica de mantener la unidad en el vínculo de la paz como los votos de mi propia ordenación de preservar un espíritu de hermandad con todo el pueblo del Señor. Mi esperanza y oración son que las opiniones expresadas en áreas de controversia tocadas en este libro no creen prejuicios en los cristianos contra el conjunto.

Este volumen de la serie Perfiles de teología cristiana se encuentra situado entre el estudio de La obra de Cristo y el de La Iglesia. Incluye, por tanto, alguna exposición sobre elementos de soteriología (la aplicación de la obra de Cristo) y eclesiología (los dones del Espíritu al cuerpo de Cristo). Así pues, sirve como puente entre esos estudios complementarios y se espera que se lea junto a los mismos.

Me gustaría dar las gracias a Gerald Bray, editor general de esta serie, por la invitación a contribuir con el volumen El Espíritu Santo. Estoy agradecido a David Kingdon, editor de libros teológicos de IVP, tanto por su amistad como por su paciencia con un autor que se demora, ¡avezado únicamente con una pizca ocasional de persuasión! La terminación de estas páginas representa un primer pago de dos deudas más: la primera con el Consejo de administración del Seminario Teológico de Westminster, Philadelphia, por concederme un permiso sabático en el semestre de otoño de 1994; y principalmente con mi esposa Dorothy, que me ha animado más que nadie a completar esta obra.


Sinclair B. Ferguson Westminster Theological Seminary Philadelphia, Pennsylvania.

El Espíritu Santo, una vez olvidado, se ha “vuelto a descubrir” en el siglo XXI, ¿o no? Sinclair Ferguson cree que deberíamos reformular de nuevo esta afirmación común: “Aunque su obra se ha reconocido, el Espíritu mismo sigue siendo hoy un aspecto anónimo y sin rostro del ser divino para muchos cristianos”. Con el fin de restablecer el equilibrio, Ferguson busca recuperar por completo el quién del Espíritu así como el qué y el cómo, en la misma medida.

El estudio de Ferguson está arraigado en la historia bíblica del Espíritu en la creación y en la redención, e impulsado por ella. De principio a fin demuestra ser absolutamente conocedor de la teología histórica que la iglesia mantiene con respecto al Espíritu, a la vez que está familiarizado con la amplia variedad de cristianos contemporáneos que han explorado la doctrina del Espíritu Santo.

Se hace un estudio de las cuestiones fundamentales y se aclaran estas. Se escudriñan las preguntas difíciles y se les da respuesta. Cada página irradia claridad y un profundo conocimiento. Cristianos de todos los trasfondos teológicos pueden aprender mucho de este enfoque amplio de la doctrina del Espíritu Santo.

ÍNDICE

Prefacio

Capítulo 1. El Espíritu Santo y su historia

Capítulo 2. El Espíritu de Cristo

Capítulo 3. El don del Espíritu

Capítulo 4. ¿Pentecostés hoy?

Capítulo 5. El Espíritu del orden

Capítulo 6. Spiritus recreator

Capítulo 7. El Espíritu de la santidad

Capítulo 8. La comunión del Espíritu

Capítulo 9. El Espíritu y el cuerpo

Capítulo 10. Dones para el ministerio

Capítulo 11. El Espíritu cósmico

* Andamio Editorial 290 pp. Rústica.- 2016

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