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Según Calvino, esta unión de soberanía divina y responsabilidad humana en la evangelización ofrece las siguientes lecciones:

1. Como evangelizadores reformados, debemos orar cada día por la extensión del Reino de Cristo. Como dice Calvino: «Debemos desear que esto se haga cada día, a fin de que Dios reúna a todas sus iglesias de todas las partes del mundo«. Puesto que place a Dios usar nuestras oraciones para cumplir sus propósitos, debemos orar por la conversión de los paganos. Escribe Calvino: «Debemos desear que esto se haga cada día, a fin de que Dios reúna a todas sus iglesias de todas las partes del mundo, las multiplique y aumente en número, las enriquezca con sus dones, y establezca en ellas buen orden«. Mediante la oración diaria de que venga el Reino de Dios, «nos confesamos siervos e hijos de Dios profundamente comprometidos con su reputación«.

2. No nos debemos desalentar por la falta de un éxito visible en el esfuerzo evangelizador, sino seguir orando. «Nuestro Señor ejercita la fe de sus hijos no cumpliendo enseguida las cosas que les ha prometido. Y esto debiera aplicarse especialmente al Reino de nuestro Señor Jesucristo«, escribe Calvino, «Si Dios deja pasar un día o un año [sin dar fruto], no es para que nos rindamos sino que, entretanto, debemos orar y no dudar de que de cierto oyen nuestra voz«. Debemos seguir orando, creyendo que «Cristo manifiestamente ejercitará el poder que le es dado para nuestra salvación y para la de todo el mundo«.

3. Debemos trabajar con diligencia para la extensión del Reino de Cristo, sabiendo que nuestro trabajo no será en vano. Nuestra salvación nos obliga a trabajar por la salvación de los demás. Dice Calvino: «Somos llamados por el Señor con esta condición: que, después, todos nos esforcemos por llevar a los demás la Verdad, restaurar a los errantes al camino derecho, tender una mano ayudadora a los caídos, ganar a los que están afuera». Además, no es suficiente con que todos estén ocupados con otras formas de servir a Dios. «Nuestro celo debe extenderse aún más allá para traer a otros hombres«. Debemos hacer todo aquello de que seamos capaces para llevar a Dios a todos los hombres sobre la tierra. Hay muchas razones por las que debemos evangelizar. Calvino nos ofrece las siguientes:

Dios nos manda a hacerlo. «Deberíamos recordar que el evangelio es predicado no solo por el mandato de Cristo, sino también por su instancia y guía».

Dios nos guía por el ejemplo. Al igual que el Dios de gracia que buscó nuestro favor, debemos tener » las manos tendidas como Él, hacía los que están fuera» de nosotros.

Queremos glorificar a Dios los verdaderos cristianos anhelan extender la verdad de Dios por todas partes para que «Dios sea glorificado».

Queremos complacer a Dios como escribe Calvino, «es un sacrificio grato a Dios contribuir a la difusión del evangelio». A cinco estudiantes que fueron sentenciados a muerte por predicar en Francia, Calvino escribió: «Viendo que [Dios] emplea vuestra vida en una causa tan digna como es el testimonio del evangelio, no dudéis que le debe de ser preciosa».

Tenemos un deber parta con Dios. «Es muy justo que trabajemos […] para contribuir para el progreso del evangelio», dice Calvino, «es nuestro deber proclamar la bondad de Dios a toda nación».

Tenemos un deber para con nuestro prójimo pecador. Nuestra compasión para con los pecadores debería intensificarse por el conocimiento de que «no es posible que nadie invoque sinceramente a Dios, excepto aquellos de quienes su clemencia y bondad es conocida por la predicación del evangelio». En consecuencia, todo encuentro con otros seres humanos debería motivarnos a llevarlos al conocimiento de Dios.

Le estamos agradecidos a Dios. Aquellos que están en deuda con la misericordia de Dios están obligados a convertirse, al igual que el Salmista, en «pregonero de la gracia de Dios» a todos los hombres.» Si la salvación es posible para mí, gran pecador, también es posible para otros. Debo a Dios esforzarme por la salvación de los demás. Si no lo hago, soy una contradicción. Como dice Calvino: «Nada podría ser más incoherente respecto a la naturaleza de la fe que aquella pasividad que lleva a un hombre a despreocuparse de sus hermanos y guardar la luz del conocimiento […] en su propio seno«. Debemos, por gratitud, llevar el Evangelio a otros que están en apuros, o parecer a Dios ingratos de nuestra salvación. Calvino nunca asumió que la tarea misionera fuese completada por los Apóstoles. En su lugar, enseñó que todo cristiano debe testificar, de palabra y hecho, de la gracia de Dios a todo aquel con quien se encuentre. La afirmación de Calvino del sacerdocio de todos los creyentes implica la participación de la Iglesia en el ministerio profético, sacerdotal y real de Cristo. Comisiona a los creyentes que confiesen el nombre de Cristo a otros (tarea profética), oren por su salvación (tarea sacerdotal) y los hagan discípulos (tarea real). Esta es la base para una poderosa actividad evangelizadora por parte de toda la Iglesia viviente, «hasta los confines del mundo«.

Calvino creía que debemos hacer pleno uso de las oportunidades que Dios da para evangelizar. «Cuando se presenta una oportunidad para la edificación, deberíamos darnos cuenta de que una puerta nos ha sido abierta por la mano de Dios para que introduzcamos a Cristo en ese lugar, y no deberíamos negarnos a aceptar la generosa invitación que Dios, de este modo, nos da«, escribe.

Por otro lado, cuando las oportunidades son restringidas y las puertas de la evangelización están cerradas a nuestro testimonio, no deberíamos persistir en intentar hacer lo que no puede hacerse. Antes bien, deberíamos orar y buscar otras oportunida-des. «La puerta está cerrada cuando no hay esperanza de éxito. [Entonces], tenemos que tomar un camino diferente en lugar de agotarnos con vanos esfuerzos por atravesarla«, escribe Calvino.

Las dificultades para testificar no son una excusa para dejar de intentarlo, sin embargo. A aquellos que sufrían severas restricciones y persecuciones en Francia, Calvino escribió: «Esfuércense todos por atraer y ganar para Jesucristo a los que puedan«. «Todo hombre debe cumplir con su deber sin rendirse ante ningún impedimento. Al final, nuestro esfuerzo y nuestras obras no fracasarán; obtendrán el éxito que aún no aparece«.

Examinemos la práctica evangelizadora de Calvino en su propia congregación, en su ciudad de Ginebra, en Europa (particularmente en Francia) y en esfuerzos misioneros allende los mares (particularmente en Brasil).

Continuará …

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